Las primeras luces de la mañana, antes de las 6 hora solar, dejan ver por las calles aun solitarias de la ciudad y por los caminos próximos de la huerta, que antes rodeaba practicante a la iglesia, nazarenos que, ya ataviados con la túnica morada, se aproximan a Jesús. Junto al templo van congregándose todos, los que van a salir en la procesión y los que van a verla salir, gente que año tras año cumplen la tradición de la impaciencia, porque quieren ser los primeros en ver una vez más el milagro: la procesión de Viernes Santo.

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